jueves, 17 de febrero de 2011

Capítulo 11


Aprieto mis puños con fuerza contra mis caderas y atravieso el umbral de la puerta del salón. Me detengo lentamente y miro a mi alrededor. Paul observa la televisión en silencio sentado en el sofá con los pies sobre la mesita. Junto al piano está Jimmy con su inconfundible cigarro en la comisura de los labios tocando las teclas con una sola mano. Oigo a Sam y a Michael hablando tras de mí. Ambos traen los restos del marco de fotos y la escoba. Camino varios pasos para dejarles pasar hacia la cocina aún oculta de mi vista por una enorme estantería de libros.
Pero no quiero mirar allí. Sé la imagen que me espera. Jack. Es entonces cuando llama mi atención el enorme festín que espera a mis nuevos inquilinos. La mesa que divide el salón de la cocina está repleta de platos, vasos y cubiertos. Montones de comida abarrotan tres fuentes de porcelana repartidas por la mesa. Puré de patatas, chuletas, brócoli… Una náusea me obliga a cerrar los ojos ante el simple olor de la comida. Trago saliva y aprieto mi mano derecha contra mi estómago.
Pongo la mente en blanco y me repito a mí misma: ‘Respira, sólo respira. Demuéstrale que tu vida sigue, que eres una mujer fuerte, independiente. Que no puede hacerte daño. Respira, sólo respira’
Recupero la compostura y me doy cuenta de que Paul está mirándome. Le sonrío levemente y camino hacia la cocina con la mirada fija al frente. De espaldas a mí frente al fogón está Jack. Lleva el mismo traje que esta mañana pero con un floreado delantal atado al cuello que le da un toque cómico. El paño sigue colgado de su hombro mientras remueve algo en la sartén y le susurra algo a Sam, apoyado en el mueble de la cocina.
‘No me lo puedo creer. Jack cocinando. ¿Pero es que el mundo se ha vuelto loco?’
Aprieto ambos pulgares contra mis sienes y sacudo mi cabeza levemente para recuperar la cordura. Aún no se ha percatado de mi presencia en la cocina gracias al ruido del extractor y el aceite hirviendo. En silencio me acerco a la pequeña bodega sobre el refrigerador y saco una botella de vino tinto. Con cuidado la apoyo sobre la repisa y cojo una copa del mueble de encima.
Para mi mala suerte Michael entra en ese momento en la cocina con una bolsa de basura atrayendo la atención de Jack y Sam que se giran descubriéndome en plena misión alcohólica secreta.
Sam se acerca a mí con una sonrisa. ‘!Dame yo te la abro mujer!’
Miro a Jack que con un movimiento rápido se ha quitado el delantal y se limpia las manos con el paño. Tiene el pelo revuelto y algunos mechones le caen sobre la frente. Me fijo que una pequeña mata de pelo blanco pueblan su barba y la parte inferior de las patillas. Ha pasado un año pero parece que han sido diez. ¿Lo pensará él también de mí? Nuestros ojos se cruzan por un instante pero esta vez soy yo quien desvía la mirada.
Michael se coloca a mi derecha inspeccionando la botella de vino.
‘Ya había vino en la mesa no hace falta que abras otra botella’
La observa más detenidamente.
‘Ah, Cabernet Savignon, chileno… Bueno, creo que haces bien abriendo otra botella teniendo en cuenta que el vino que hemos traído es de menos de dos dólares el litro.’
Sam suelta una carcajada mientras abre la botella con facilidad. Tras rodearla con una servilleta gentilmente se ofrece a servirme una copa. Noto mi mano temblorosa coger el fino cristal y lo acerco hasta él.
Sam hace una reverencia y me sirve el vino sin derramar una gota. ‘Madame…’
Asiento con la cabeza en señal de gracias y me alejo de ellos acercándome hasta la barra de la cocina. Observo a Jimmy aún junto al piano y el humo de su cigarro se cuela en mi nariz dándome unas irrefrenables ganas de fumarme un cigarrillo.
Antes de la marcha de Jack no había fumado en mi vida. Sabía que él como buen médico lo detestaba así que cuando compramos esta casa prohibimos terminantemente cualquier tipo de tabaco. Pero una vez que él desapareció el tabaco se convirtió en un chaleco salvavidas y también en una forma de venganza. Una de muchas que había fraguado en 364 días.
Me levanto de la silla en busca de un paquete de emergencia que siempre tengo en la cocina pero no logro recordar dónde lo dejé. Sam y Michael saborean el vino mientras caminan hacia el salón y se sientan en la fastuosa mesa. Desvío mi mirada hacia todos los rincones en busca de la caja y en un momento de flaqueza cuando mis ojos recaen en la espalda de Jack, veo los cigarrillos sobre el extractor, a pocos centímetros de su cabeza.
Maldigo para mis adentros y me muerdo el labio inferior intentando pensar la manera de recuperarlos sin que se de cuenta.
Pero mis pensamientos se detienen.
‘¿Acaso tengo que esconderme de él cuando es él quien se ha escondido de mí durante un año entero?’
Niego en silencio con la cabeza y me acerco a sus espaldas con decisión.
‘Jack, disculpa, puedes…’
Él se gira asustado ante mi voz y se queda frente a mí a escasos centímetros. El tiempo se detiene y un olvidado escalofrío recorre todos los poros de mi piel. Nuestros ojos se encuentran por unos segundos y son incapaces de alejarse. Instintivamente sus manos rozan mis caderas ante tal invasión de espacio pero yo no puedo soportarlo y doy un paso atrás.
‘¿Te importa apartarte? Quiero coger mis cigarrillos.’
No sabe si ir a izquierda a derecha para cederme el paso y llego a ver cierto rubor en sus mejillas. ‘Sí, disculpa..’
El espacio es estrecho y nuestros cuerpos vuelven a rozarse cuando me acerco al extractor y alzo mi brazo para coger la cajetilla. A pesar del olor a comida siento su aroma caer sobre mí como una losa. Aguanto la respiración y me alejo lo antes posible de él.
Jack me observa aún paralizado por la situación pero no quiero mirarle. Me acerco a la barra y enciendo un cigarrillo. Una enorme calada me devuelve a la realidad mientras expulso el humo de mis pulmones. Me giro sobre mí misma y me siento de nuevo en la silla. Él sigue con sus ojos plantados en mí, pero esta vez en mi mano con el cigarrillo recorriendo el escaso espacio entre la copa y mi boca. Frunce el ceño, confuso y con algo que puedo sentir que es rabia devuelve su atención a los fogones.
Aún siento ese escalofrío en mi piel pero ahora no hay lugar para melancolías. Doy un trago a la copa de vino y sonrío para mí misma.
‘Comienza mi venganza.’