jueves, 17 de febrero de 2011

Capítulo 11


Aprieto mis puños con fuerza contra mis caderas y atravieso el umbral de la puerta del salón. Me detengo lentamente y miro a mi alrededor. Paul observa la televisión en silencio sentado en el sofá con los pies sobre la mesita. Junto al piano está Jimmy con su inconfundible cigarro en la comisura de los labios tocando las teclas con una sola mano. Oigo a Sam y a Michael hablando tras de mí. Ambos traen los restos del marco de fotos y la escoba. Camino varios pasos para dejarles pasar hacia la cocina aún oculta de mi vista por una enorme estantería de libros.
Pero no quiero mirar allí. Sé la imagen que me espera. Jack. Es entonces cuando llama mi atención el enorme festín que espera a mis nuevos inquilinos. La mesa que divide el salón de la cocina está repleta de platos, vasos y cubiertos. Montones de comida abarrotan tres fuentes de porcelana repartidas por la mesa. Puré de patatas, chuletas, brócoli… Una náusea me obliga a cerrar los ojos ante el simple olor de la comida. Trago saliva y aprieto mi mano derecha contra mi estómago.
Pongo la mente en blanco y me repito a mí misma: ‘Respira, sólo respira. Demuéstrale que tu vida sigue, que eres una mujer fuerte, independiente. Que no puede hacerte daño. Respira, sólo respira’
Recupero la compostura y me doy cuenta de que Paul está mirándome. Le sonrío levemente y camino hacia la cocina con la mirada fija al frente. De espaldas a mí frente al fogón está Jack. Lleva el mismo traje que esta mañana pero con un floreado delantal atado al cuello que le da un toque cómico. El paño sigue colgado de su hombro mientras remueve algo en la sartén y le susurra algo a Sam, apoyado en el mueble de la cocina.
‘No me lo puedo creer. Jack cocinando. ¿Pero es que el mundo se ha vuelto loco?’
Aprieto ambos pulgares contra mis sienes y sacudo mi cabeza levemente para recuperar la cordura. Aún no se ha percatado de mi presencia en la cocina gracias al ruido del extractor y el aceite hirviendo. En silencio me acerco a la pequeña bodega sobre el refrigerador y saco una botella de vino tinto. Con cuidado la apoyo sobre la repisa y cojo una copa del mueble de encima.
Para mi mala suerte Michael entra en ese momento en la cocina con una bolsa de basura atrayendo la atención de Jack y Sam que se giran descubriéndome en plena misión alcohólica secreta.
Sam se acerca a mí con una sonrisa. ‘!Dame yo te la abro mujer!’
Miro a Jack que con un movimiento rápido se ha quitado el delantal y se limpia las manos con el paño. Tiene el pelo revuelto y algunos mechones le caen sobre la frente. Me fijo que una pequeña mata de pelo blanco pueblan su barba y la parte inferior de las patillas. Ha pasado un año pero parece que han sido diez. ¿Lo pensará él también de mí? Nuestros ojos se cruzan por un instante pero esta vez soy yo quien desvía la mirada.
Michael se coloca a mi derecha inspeccionando la botella de vino.
‘Ya había vino en la mesa no hace falta que abras otra botella’
La observa más detenidamente.
‘Ah, Cabernet Savignon, chileno… Bueno, creo que haces bien abriendo otra botella teniendo en cuenta que el vino que hemos traído es de menos de dos dólares el litro.’
Sam suelta una carcajada mientras abre la botella con facilidad. Tras rodearla con una servilleta gentilmente se ofrece a servirme una copa. Noto mi mano temblorosa coger el fino cristal y lo acerco hasta él.
Sam hace una reverencia y me sirve el vino sin derramar una gota. ‘Madame…’
Asiento con la cabeza en señal de gracias y me alejo de ellos acercándome hasta la barra de la cocina. Observo a Jimmy aún junto al piano y el humo de su cigarro se cuela en mi nariz dándome unas irrefrenables ganas de fumarme un cigarrillo.
Antes de la marcha de Jack no había fumado en mi vida. Sabía que él como buen médico lo detestaba así que cuando compramos esta casa prohibimos terminantemente cualquier tipo de tabaco. Pero una vez que él desapareció el tabaco se convirtió en un chaleco salvavidas y también en una forma de venganza. Una de muchas que había fraguado en 364 días.
Me levanto de la silla en busca de un paquete de emergencia que siempre tengo en la cocina pero no logro recordar dónde lo dejé. Sam y Michael saborean el vino mientras caminan hacia el salón y se sientan en la fastuosa mesa. Desvío mi mirada hacia todos los rincones en busca de la caja y en un momento de flaqueza cuando mis ojos recaen en la espalda de Jack, veo los cigarrillos sobre el extractor, a pocos centímetros de su cabeza.
Maldigo para mis adentros y me muerdo el labio inferior intentando pensar la manera de recuperarlos sin que se de cuenta.
Pero mis pensamientos se detienen.
‘¿Acaso tengo que esconderme de él cuando es él quien se ha escondido de mí durante un año entero?’
Niego en silencio con la cabeza y me acerco a sus espaldas con decisión.
‘Jack, disculpa, puedes…’
Él se gira asustado ante mi voz y se queda frente a mí a escasos centímetros. El tiempo se detiene y un olvidado escalofrío recorre todos los poros de mi piel. Nuestros ojos se encuentran por unos segundos y son incapaces de alejarse. Instintivamente sus manos rozan mis caderas ante tal invasión de espacio pero yo no puedo soportarlo y doy un paso atrás.
‘¿Te importa apartarte? Quiero coger mis cigarrillos.’
No sabe si ir a izquierda a derecha para cederme el paso y llego a ver cierto rubor en sus mejillas. ‘Sí, disculpa..’
El espacio es estrecho y nuestros cuerpos vuelven a rozarse cuando me acerco al extractor y alzo mi brazo para coger la cajetilla. A pesar del olor a comida siento su aroma caer sobre mí como una losa. Aguanto la respiración y me alejo lo antes posible de él.
Jack me observa aún paralizado por la situación pero no quiero mirarle. Me acerco a la barra y enciendo un cigarrillo. Una enorme calada me devuelve a la realidad mientras expulso el humo de mis pulmones. Me giro sobre mí misma y me siento de nuevo en la silla. Él sigue con sus ojos plantados en mí, pero esta vez en mi mano con el cigarrillo recorriendo el escaso espacio entre la copa y mi boca. Frunce el ceño, confuso y con algo que puedo sentir que es rabia devuelve su atención a los fogones.
Aún siento ese escalofrío en mi piel pero ahora no hay lugar para melancolías. Doy un trago a la copa de vino y sonrío para mí misma.
‘Comienza mi venganza.’

martes, 14 de diciembre de 2010

Capítulo 10


Todo pasa tan rápido que apenas me doy cuenta de lo que me rodea. Hombres desconocidos caminan a mi alrededor recogiendo los restos destrozados de un recuerdo al que me anclo para no caer. La foto sigue en el suelo y no puedo despegar la vista de ella. Siento la arena húmeda bajo mi piel y la risa de Jack en mi cabeza.
‘¿Te has cortado?¿Te has hecho daño?’ Paul tira de mi camiseta haciéndome reaccionar.
Le miro asustada mientras el me coge la mano con cariño. ‘¿Estás bien? Michael es un poco torpe, no te enfades con él’
Asiento con la cabeza y al mirar a mi alrededor veo a Michael y Sam recogiendo los restos del suelo. Paul sin soltarme la mano se agacha hasta el suelo y con cuidado coge la foto en blanco y negro entre sus dedos.
No puedo volver a mirarla así que observo la reacción de Paul al ver la fotografía. Su boca dibuja una sonrisa sincera mientras la contempla durante unos segundos. Acto seguido mira a su espalda apretándome la mano con fuerza.
Y allí está de nuevo Jack, en el umbral de la cocina secándose las manos con un paño y observando la escena con rostro sombrío. Nuestras miradas se cruzan por un instante pero él la desvía hacia Sam y Michael. Cobarde.
‘Chicos, dejad eso y venir a comer’ Coloca el paño en su hombro y desaparece en la cocina.
Paul me mira de nuevo y me ofrece la foto.
Niego con la cabeza pero soy incapaz de soltarme de su mano. No tengo fuerzas.
‘Puedes quedártela’
Es él quien suelta mi mano ahora para coger la foto entre sus manos, doblarla por la mitad y metérsela en el bolsillo trasero de su pantalón ancho.
Le veo alejarse con la cabeza gacha, triste, hasta seguir a Jack a la cocina.
‘Lo siento mucho Virginia, de verdad que no había visto la mesa…’
Colorado por la vergüenza, Michael se disculpa apretándose las manos con fuerza.
Le miro con cierta pena. ‘Es sólo una simple fotografía’
Sam que en ese momento estaba barriendo el resto de cristales deja la escoba apoyada en la pared y se acerca a nosotros con rostro serio.
‘Una foto es siempre algo más que una simple imagen en blanco y negro’
Sus ojos inspeccionan cada uno de mis gestos ante su respuesta pero el rencor hace que saque fuerzas de donde sea. Respiro hondo y le clavo la mirada con dureza.
‘No para mí’
Dejándolos atrás camino con paso decidido hasta la cocina. 
...
Queridos lectores,
Lamento mucho mi tardanza en actualizar el blog pero desde septiembre mi trabajo me ha robado todo mi tiempo. Apenas he estado en casa y mucho menos he podido relajarme para poder seguir escribiendo esta maravillosa historia. 
La verdad es que no había trabajado tanto en toda mi vida . Estoy saturada, cansada y debilitada. Por suerte las vacaciones de Navidad están cerca y podré recuperar el tiempo perdido. Espero que sigáis ahí para leer mi sueño y que vuestro amor por él, como el mío, no se desvanezca. 
Un abrazo,

V.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Capítulo 9

Frente a mí el sol comienza a aparecer entre las nubes derramando sus tenues rayos en la arena de una pequeña playa. Mis ojos se clavan en la belleza del paisaje y soy incapaz de pestañear. Una hilera de árboles flanquea la costa bajo una arena blanca casi nuclear. El agua en calma acaricia la orilla con un suave murmullo marino. El tiempo se ha detenido y sólo escucho los latidos de mi corazón.
‘Me he muerto y estoy en el cielo’ No dejo de repetirme mientras logro caminar unos pasos adentrándome en la playa. El sonido de unas gaviotas me hace desviar la vista al mar. El sol se refleja en él con fuerza disipando las nubes de alrededor. Sonrío ante el milagro que la naturaleza me está mostrando y rendida, clavo ambas rodillas sobre la arena.
Oigo unos pasos acercándose pero soy incapaz de despegar la vista del horizonte. El olor de Jack impregna mis sentidos cuando se sienta a mi lado en silencio, casi sin aliento.
Su mano busca la mía apoyada en la rodilla y la estrecha con fuerza diciéndomelo todo sin palabras. Es entonces cuando le miro y veo el sol en sus ojos, el atardecer enmarcando sus pómulos. Tiene la mirada fija en el horizonte y su boca esboza una leve sonrisa. Aprieto con fuerza su mano y desvía la mirada hasta posarla en mis ojos. Ambos sonreímos. Miro sus labios agrietados y secos por el agua de la lluvia y siento un deseo irrefrenable de humedecerlos con los míos. Me acerco sin despegar mis ojos de él y le beso despacio, devolviéndole poco a poco el rocío de su boca.
El leve sonido de la marea suena en nuestros oídos  como una canción, meciendo nuestros labios al ritmo de las olas. Jack sabe a sal, arena y lluvia. Sabe a playa y mar. Sus ojos se abren despacio y mira mi boca con dulzura.
‘Tengo que enseñarte algo’ Jack se levanta de un salto y tira de mi mano hasta lograr que me incorpore.
‘Esto es maravilloso, maravilloso, es el sitio más bonito que he visto jamás’ Él tira de mí con fuerza mientras caminamos a trompicones a lo largo de la playa. Desvío la vista del bello atardecer y la dirijo hacia la arena. Más allá de los árboles varias casas yacen en silencio. Algunas son blancas, otras marrones. Unas de madera y otras de ladrillo. Tienen dos pisos, tres o sólo uno. Y son hermosas.
Jack aún tirando de mí se adentra en la arena bajo los árboles llegando hasta un enorme jardín situado a unos cien metros de la orilla. Se para en seco y me señala al frente.
‘Esta será nuestra casa’
Ante nosotros se cierne un paraíso con paredes pintadas de blanco y azul. Un enorme balcón que mira a la playa la vigila, en silencio, mientras el tejado aún gotea la lluvia que hace unos minutos nos hizo llegar hasta aquí y encontrarla.
Me he quedado muda. Observo cada rincón, cada detalle y todo lo que veo me hace amarla cada vez más.
‘Mientras venías hasta aquí he llamado al número que hay en el cartel de la entrada’ Miro a Jack que anda nervioso de un lado a otro del jardín. ‘En media hora llega el de la inmobiliaria para enseñárnosla’
Debo de tener la boca abierta porque Jack se detiene ante mí poniendo ambos brazos sobre mis hombros.
‘¿Estás bien? Si no te gusta cancelo la cita’ Es entonces cuando reacciono y me abrazo a él saltando de alegría.
‘¿Qué no me gusta? ¡Esta es la casa de mis sueños Jack!’ Me separo de él y saco la cámara de fotos que tengo el bolso. Sin despegar mi dedo del disparador comienzo a inmortalizar cada rincón de mi futuro hogar: la balaustrada, las puertas, las macetas, la pintura, los cristales… Todo.
Jack me observa desde el jardín con su inolvidable sonrisa y yo me siento tan feliz que tras hacerle cien fotos a la casa en sólo tres minutos, comienzo a correr hacia la playa con la cámara colgada a mi cuello. Él corre tras de mí hasta llegar a la orilla. Allí me tiro al suelo sintiendo la humedad de la arena bajo mi cuerpo y el se tumba junto a mí riendo a carcajadas. Es entonces cuando cojo la cámara entre mis manos e inmortalizo su belleza una y otra vez. Con su mano derecha tapa el objetivo y aprovecho para apoyar mi cabeza sobre su pecho y hacernos una foto. Él me arrebata la cámara y yo me encojo sobre él tapando mi rostro con las manos. Intento recuperarla pero ambos estallamos en carcajadas mientras el aprieta el disparador una y otra vez.
Es la viva imagen de la felicidad en blanco y negro.
Un felicidad hoy hecha añicos.

miércoles, 14 de julio de 2010

Capítulo 8


Aún siento el calor de su cuerpo bajo el paraguas. La lluvia cae incesante mientras paseamos cerca del malecón. Es octubre, seis años atrás. Un puerto desconocido en una ciudad desconocida. Solos, él y yo.
Ambos caminamos en silencio mientras Jack me estrecha fuerte contra él intentando resguardarme de la lluvia. Tiene el pelo muy corto, casi rapado y viste con una simple camiseta de manga larga a pesar el frío otoñal. A través del ligero algodón noto la piel erizada de sus brazos en mis hombros.
Lo atraigo aún más hacia mí intentando entrar en calor. ‘Sólo a nosotros nos gusta caminar bajo la lluvia en pleno otoño. Quien nos vea debe pensar que estamos mal de la cabeza.’
Me mira fijamente a los ojos y se separa lentamente de mi cuerpo. ‘Que lo piensen… Loco o no, adoro la lluvia’
Con decisión me cede sonriente el paraguas y estira los brazos hacia el cielo dejando caer la lluvia sobre su rostro. Bajo el paraguas escucho el goteo incesante de la lluvia caer sobre mí pero no puedo despegar mis ojos de él. Mis sentidos se bloquean. Tanta belleza me deja muda.
No puedo enfadarme con él porque vaya a coger una pulmonía, ni siquiera corro a su encuentro para protegerle de la lluvia que a estas alturas le ha calado la ropa. Me limito a mirarle fijamente, a contemplar su cuerpo empapado, y las gotas de agua recorriendo cada centímetro de su piel.
Quiero llorar de alegría y reír al mismo tiempo. Pero él mira el cielo y es ahí donde siento que estoy. En las nubes, junto al ángel más maravilloso que he visto jamás.
Jack sonríe y me mira bajo la lluvia. Desafiante.
Yo titubeo y pienso en el frío y la humedad. No, no puedo hacerlo. Él vuelve a mirarme más intensamente y con una media sonrisa arrebatadora. Esa que siempre puede conmigo.
En un solo movimiento cierro el paraguas y lo dejo caer en el suelo. El agua helada me cae como témpanos de hielo sobre la cabeza y un escalofrío recorre mi espalda. Respiro hondo y camino hacia él.
‘Ahora somos dos locos corriendo bajo la lluvia’ Jack me coge de la mano y comienza a correr hacia la playa.
Corremos y corremos sin detenernos. Nuestras risas se funden con el sonido de los truenos, cada vez más cerca. Me falta el aire pero él me coge con fuerza y me ayuda a aguantar un poco más. Dejamos atrás el malecón y el paseo de la playa. A nuestras espaldas se pierde la ciudad mientras la arena se cala en nuestros zapatos a cada paso.
A los poco minutos llegamos a un saliente de rocas que forma una curva en la costa. No podemos ir más allá o, al menos, eso quiero creer. Pero a Jack no le importa. De un salto sube a una de las piedras aún húmeda del agua del mar y me da la mano para ayudarme a escalar hasta él. Me quedo mirándole, de pie, con los brazos en jarras e intentando recuperar el aire de mis pulmones.
Sus ojos pueden conmigo. Temerosa, miro al mar, le miro a él y tras respirar hondo le tiendo mi mano para que tire de mí. Sus brazos fuertes se tensan por mi peso pero con un ligero esfuerzo consigue subirme hasta él. La rugosidad de las rocas me hace perder el equilibrio pero el me agarra fuerte con ambos evitando que, por poco, ambos caigamos a la arena.
Riendo a carcajadas Jack me abraza con fuerza y me sujeta fuerte contra él. ‘Sé que ahora mismo quieres matarme pero estamos de vacaciones. ¿No sé supone que es en vacaciones cuando se hacen las mayores locuras?
Le beso en la barbilla donde la lluvia gotea hasta empapar su camiseta. ‘Eso era con 14 o 16 años Jack, no ahora’
Se pone serio y enarca una ceja. ‘Con que me estás llamando viejo ¿eh? Ahora verás lo viejo que soy’
De un salto aterriza en otra gigantesca roca que está frente a nosotros. No mira atrás. Sabe que le seguiré. Poco a poco y de roca en roca le pierdo de vista en la curva de la costa. Con algo menos de soltura que él, voy siguiéndole los pasos sin saber a dónde voy.
El mar está en calma y una suave marea rompe en las rocas salpicando de agua salada mis pantalones. Aún no puedo ver a Jack porque una enorme roca me tapa la visión. Me acerco hasta ella y me doy cuenta de que la única forma de pasar al otro lado es agarrándose a la enorme piedra y sorteando más de una decena de rocas resbaladizas.
Me detengo en seco y vuelvo la vista atrás. ‘Jack, pienso atarte una roca al cuello y tirarte al fondo del mar. Lo juro’. Cabreada y temerosa, clavo ambas manos en la enorme piedra y me pego a ella sorteando paso a paso el agua helada que rompe en las rocas a escasos centímetros de mis pies.
No quito la vista del suelo y de mis manos en la pared. Los segundos se convierten en minutos hasta que por fin las piedras desaparecen y veo arena a poco más de un metro frente a mí. Doy un ligero salto y aterrizo en la orilla.
Es entonces cuando me doy cuenta que ya no llueve y que una ligera brisa comienza a secar mi ropa. Me sacudo la arena de mi abrigo y levanto la vista en busca de Jack. Pero lo que veo me hace olvidar incluso su existencia.

miércoles, 30 de junio de 2010

Capítulo 7


Unos golpes en la puerta me hacen reaccionar. Sujeto mi toalla con fuerza y la envuelvo alrededor de mi cuerpo.
‘¿Virginia? Soy Sam, ¿estás ahí? Hemos oído el agua y supusimos que ya habías vuelto a casa. ¿Puedes abrir?’
Mierda. Saben que me he ido, saben que corrí hacia la playa y que lloré hasta quedarme sin fuerzas. Mierda.
‘En unos minutos vamos a cenar y Jack ha hecho comida para muchos. Hemos pensando que podrías unirte a nosotros. Jimmy ha traído vino.’
La cabeza me da vueltas ante tanta información. 
- Primero, ¿desde cuando Jack cocina? Hijo de puta. 
- Segundo: comida. Hace más de 12 horas que no pruebo bocado pero la sola idea de sentarme en su misma mesa me dan ganas de vomitar. 
- Tercero: ¿qué coño hace esta gente todavía en mi casa?
‘Entendemos que hemos aparecido sin avisar y que debes estar confusa pero te ruego que nos acompañes y te lo explicaremos todo.’
Me tapo los ojos con ambas manos, incrédula, siento que Sam me está leyendo la mente. Ya, sí, ¿me van a explicar todo? Estoy deseando que Jack y su maldita camiseta de algodón me expliquen TODO. 
Atrás ha quedado el llanto y las horas en la playa. La rabia comienza a consumirme y los pensamientos me va a mil por hora. No puedo dejar pasar esta oportunidad. Necesito odiarle.
Tras quitar el pestillo de la puerta me asomo en el umbral. Allí sigue Sam, de pie, pero esta vez sin chaqueta ni corbata sólo manteniendo su genuina sonrisa.
‘Todavía tengo que vestirme así que podéis comenzar sin mí. En cuanto termine iré a la cocina.’
Él asiente con la cabeza y se marcha tarareando por el pasillo. Las risas no han cesado y el olor a tabaco llega hasta la habitación. Cierro la puerta con sigilo y me apoyo de espaldas a la puerta intentando pensar. ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo voy a actuar? ¿Seré capaz de mirarle a la cara?
Mientras me visto sus risas y la música es cada vez más fuerte. Entre las voces puedo distinguir la de Sam, grave y rotunda; y también la de Jimmy, algo más aguda y con acento del Sur. Pero ni rastro de Jack.
Elijo unos pantalones vaqueros cortos y una camiseta ancha de color blanco. Mi pelo ya ha comenzado a secarse y sus ondas caen con peso sobre mis espalda. Me acerco al tocador y me maquillo con discreción. Rimel, cubre ojeras y algo de brillo de labios. Me miro al espejo. Los ojos siguen hinchados tras las horas de llanto pero eso es algo que no quiero borrar. 
Ya lista y con un nudo en el estómago abro la puerta de mi habitación y salgo al pasillo. Siento que el corazón va a salir de mi pecho en cualquier momento. Las piernas me tiemblan y tengo que mirar el suelo para concentrarme en cada uno de mis pasos. Escucho la cisterna del aseo y acelero el paso para evitar el encuentro. Suena el cerrojo y la puerta se abre con rapidez. Me detengo en seco y veo a Michael salir del aseo mientras se abrocha el cinturón.
‘Ey, hola Virginia, qué bien que cenes con nosotros. Jack ha hecho comida para un regimiento y aunque Sam come por tres me…’
Él sigue hablando pero sus palabras se pierden en mi silencio. Ahora sólo escucho las voces huecas de esos cinco desconocidos en el salón, haciéndose cada vez más fuertes, más cercanas a cada paso que doy.  Sólo vuelvo a la realidad cuando Michael se tropieza con la mesa de la entrada provocando un estallido de madera y cristales.
‘¡Mierda!’
Todo ocurre a cámara lenta. Un marco de fotos está hecho añicos en el suelo. El sonido de la madera  resquebrajándose bajo mis pies me traspasa el cerebro mientras observo una foto en blanco y negro cubierta de cristales.
Jack.
Su sonrisa.

jueves, 24 de junio de 2010

Capítulo 6


Las manos me tiemblan del frío y la humedad de la playa. ¿O acaso es el miedo? El pánico a volver me paraliza. No quiero verle, no quiero hablarle. Quiero que se vaya como ya hizo una vez sin dar explicaciones. Dios mío. ¿Cómo la misma persona te puede hacer tan feliz y unas instantes más tarde tan desdichada? Son como las dos caras de una misma moneda, como la noche y el día en sólo 24 horas. Ayer era el amor de mi vida y ahora es sólo un desconocido que ha aparecido para arruinarme lo que me queda de ella. Una vez más.
No sé que hora es. No cuento los minutos porque el tiempo ya no cuenta. Miro al horizonte e intento buscar fuerzas de mis fronteras, esas que quizá estén aún intactas ante tanto dolor. Pienso en mañana, en mi trabajo, en la comida que tengo con Helen, en mis alumnos. ¿Seguirá eso allí? ¿Seguiré yo? Quiero escapar pero mi mañana me retiene.
Poco a poco me incorporo hasta clavar mis pies en la arena mojada. Sigo pensando en el mañana y en lo que queda por llegar. No quiero mirar la casa pero sé que pronto llegaré allí y tendré que abrir bien los ojos para ver mi horrible realidad. Así que sacudo la arena de mi vestido y a paso lento logro llegar a mi jardín.  Dentro se oyen risas y música. Con cuidado tiro la libreta hacia el balcón y tras agarrarme a la barandilla consigo escalar hasta el segundo piso. Tengo magulladuras en las rodillas y en los pies, pero es un dolor que no me importa lo más mínimo.
El ventanal sigue abierto y consigo colarme por él sin hacer apenas ruido a pesar de que la madera del parqué cruje levemente bajo mis pies. Camino hacia mi habitación mientras dejo atrás sus voces en el salón. Una vez dentro me doy cuenta de que Jack no ha estado allí, que ni siquiera a dejado la maleta encima de la cama. Respiro aliviada y cierro la puerta con llave.
Sin pensarlo me desnudo y me meto en la ducha. Apoyada en la pared bajo el chorro caliente deseo con todas mis fuerzas que el agua me lleve con ella por el desagüe hasta el mar, lo más lejos posible, lejos de Jack y su llegada. Pronto mis manos comienzan a arrugarse de la humedad y decido salir del calor de la ducha. Con el agua cayendo por mi cuerpo me miro al espejo pero no me reconozco.
‘No sé quién soy’
Las palabras de Jack y el calor de su abrazo vuelven a mi mente y tengo que apoyarme en el lavabo para no caer. Me agarro con tanta fuerza que me duelen los dedos.
Basta, basta, basta. No quiero sufrir más. Y para ello tengo que odiar a Jack con lo más profundo de mi ser.

martes, 22 de junio de 2010

Capítulo 5


El sonido del portazo me hace abrir los ojos pero ante mí sólo hay estrellas. La arena se me pega la piel seca por la sal y la ropa mojada me da escalofríos. Me doy la vuelta un momento y miro hacia la casa. Varias siluetas se mueven por el salón. En seguida reconozco a Jack junto a la ventana. Él no puede verme pero yo sí a él. Una vez más siento ese escalofrío. Allí está, sentado junto a su piano. Nuestro piano. Aquel que hacía una eternidad que no dejaba escapar sus notas.
La melodía de Claro de Luna me despierta de un ligero sueño. La brisa marina entra por el balcón mientras las notas del piano envuelven la casa. Me incorporo del sofá y miro a Jack, sentado en su piano con los ojos cerrados acompañando a Debussy.
Tiene el pelo mojado de la ducha y lleva su camiseta de algodón gris salpicada con gotas de agua que caen de su pelo. Está descalzo y sus pies juegan con el piano al ritmo de la música. Sonrío y respiro hondo llevándome conmigo su perfume. Cierro los ojos y pienso en la suerte que tengo, en lo felices que somos. 
Pienso en él, en su boca, en sus manos y en su suave voz. Cuando abro los ojos, allí están los suyos, mirándome fijamente con una ligera sonrisa. Siento mariposas en el estómago como el primer día mientras Debussy nos acompaña en ese cruce de miradas. No hay palabras ni gestos, sólo la intensidad de sus ojos y sus dedos acariciando el piano.
La música cesa pero él no detiene la mirada.
Tras cerrar la tapa del piano se levanta de la banqueta y se dirige hacia mí. ‘Buenas tardes dormilona’
‘Hola…’ contesto dejándole un hueco en el sofá de piel.
‘Pensaba despertarte con algo de Rock&Roll pero Debussy me pareció más apropiado.’
Sonrío aún somnolienta y él me devuelve la sonrisa. Su mano derecha se acerca lentamente hasta mi cuello y me atrae hacia él, despacio, besando mis labios con ternura. Es entonces cuando el mundo deja de existir, cuando no hay nada a nuestro alrededor, sólo silencio. Su sabor recorre mi boca, mis labios, y me dejo llevar por su calor como si fuera el primer beso o el último. Cubro su cara con mis manos, acariciando su suave barba de tres días que me hace cosquillas en mi boca. Sus labios se separan de los míos.
‘Adoro cuando tocas el piano, deberías hacerlo más a menudo.’
Despacio se estira en el sofá y me atrae hacia sí hasta quedar abrazada a su pecho.
Su mano acarician mi pelo con ternura ‘Sí, me alegro mucho de haber vuelto a tocar aunque creo que mi madre no estará muy contenta cuando se entere’.
Apoyada en su pecho escucho los latidos de su corazón. Calmados, vibrantes.
‘Eres médico, ¿no? Es lo que ella quería. Hace 20 años te hizo elegir entre la medicina y la música pero ahora ya no tienes que elegir. Eres un buen médico y un gran músico, tú mírame a mí: escritora frustrada incapaz de tocar el Do Re Mi con una flauta.’
Mi comentario le hace reír a carcajadas y debe apoyar una mano en el suelo para no caerse del sofá. Ahora soy yo la que rompo a reír. Nuestras risas llenan el salón y tardamos varios minutos en recuperar el aliento. Con el silencio el me estrecha hacia él y entrelaza su mano derecha con la mía.
‘Eres una escritora, retira lo de frustrada, incapaz de tocar la flauta, sí, pero eres maravillosa.’
Los ojos se me llenan de lágrimas. Nunca en mi vida había sido tan feliz.