miércoles, 30 de junio de 2010

Capítulo 7


Unos golpes en la puerta me hacen reaccionar. Sujeto mi toalla con fuerza y la envuelvo alrededor de mi cuerpo.
‘¿Virginia? Soy Sam, ¿estás ahí? Hemos oído el agua y supusimos que ya habías vuelto a casa. ¿Puedes abrir?’
Mierda. Saben que me he ido, saben que corrí hacia la playa y que lloré hasta quedarme sin fuerzas. Mierda.
‘En unos minutos vamos a cenar y Jack ha hecho comida para muchos. Hemos pensando que podrías unirte a nosotros. Jimmy ha traído vino.’
La cabeza me da vueltas ante tanta información. 
- Primero, ¿desde cuando Jack cocina? Hijo de puta. 
- Segundo: comida. Hace más de 12 horas que no pruebo bocado pero la sola idea de sentarme en su misma mesa me dan ganas de vomitar. 
- Tercero: ¿qué coño hace esta gente todavía en mi casa?
‘Entendemos que hemos aparecido sin avisar y que debes estar confusa pero te ruego que nos acompañes y te lo explicaremos todo.’
Me tapo los ojos con ambas manos, incrédula, siento que Sam me está leyendo la mente. Ya, sí, ¿me van a explicar todo? Estoy deseando que Jack y su maldita camiseta de algodón me expliquen TODO. 
Atrás ha quedado el llanto y las horas en la playa. La rabia comienza a consumirme y los pensamientos me va a mil por hora. No puedo dejar pasar esta oportunidad. Necesito odiarle.
Tras quitar el pestillo de la puerta me asomo en el umbral. Allí sigue Sam, de pie, pero esta vez sin chaqueta ni corbata sólo manteniendo su genuina sonrisa.
‘Todavía tengo que vestirme así que podéis comenzar sin mí. En cuanto termine iré a la cocina.’
Él asiente con la cabeza y se marcha tarareando por el pasillo. Las risas no han cesado y el olor a tabaco llega hasta la habitación. Cierro la puerta con sigilo y me apoyo de espaldas a la puerta intentando pensar. ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo voy a actuar? ¿Seré capaz de mirarle a la cara?
Mientras me visto sus risas y la música es cada vez más fuerte. Entre las voces puedo distinguir la de Sam, grave y rotunda; y también la de Jimmy, algo más aguda y con acento del Sur. Pero ni rastro de Jack.
Elijo unos pantalones vaqueros cortos y una camiseta ancha de color blanco. Mi pelo ya ha comenzado a secarse y sus ondas caen con peso sobre mis espalda. Me acerco al tocador y me maquillo con discreción. Rimel, cubre ojeras y algo de brillo de labios. Me miro al espejo. Los ojos siguen hinchados tras las horas de llanto pero eso es algo que no quiero borrar. 
Ya lista y con un nudo en el estómago abro la puerta de mi habitación y salgo al pasillo. Siento que el corazón va a salir de mi pecho en cualquier momento. Las piernas me tiemblan y tengo que mirar el suelo para concentrarme en cada uno de mis pasos. Escucho la cisterna del aseo y acelero el paso para evitar el encuentro. Suena el cerrojo y la puerta se abre con rapidez. Me detengo en seco y veo a Michael salir del aseo mientras se abrocha el cinturón.
‘Ey, hola Virginia, qué bien que cenes con nosotros. Jack ha hecho comida para un regimiento y aunque Sam come por tres me…’
Él sigue hablando pero sus palabras se pierden en mi silencio. Ahora sólo escucho las voces huecas de esos cinco desconocidos en el salón, haciéndose cada vez más fuertes, más cercanas a cada paso que doy.  Sólo vuelvo a la realidad cuando Michael se tropieza con la mesa de la entrada provocando un estallido de madera y cristales.
‘¡Mierda!’
Todo ocurre a cámara lenta. Un marco de fotos está hecho añicos en el suelo. El sonido de la madera  resquebrajándose bajo mis pies me traspasa el cerebro mientras observo una foto en blanco y negro cubierta de cristales.
Jack.
Su sonrisa.

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