martes, 22 de junio de 2010

Capítulo 5


El sonido del portazo me hace abrir los ojos pero ante mí sólo hay estrellas. La arena se me pega la piel seca por la sal y la ropa mojada me da escalofríos. Me doy la vuelta un momento y miro hacia la casa. Varias siluetas se mueven por el salón. En seguida reconozco a Jack junto a la ventana. Él no puede verme pero yo sí a él. Una vez más siento ese escalofrío. Allí está, sentado junto a su piano. Nuestro piano. Aquel que hacía una eternidad que no dejaba escapar sus notas.
La melodía de Claro de Luna me despierta de un ligero sueño. La brisa marina entra por el balcón mientras las notas del piano envuelven la casa. Me incorporo del sofá y miro a Jack, sentado en su piano con los ojos cerrados acompañando a Debussy.
Tiene el pelo mojado de la ducha y lleva su camiseta de algodón gris salpicada con gotas de agua que caen de su pelo. Está descalzo y sus pies juegan con el piano al ritmo de la música. Sonrío y respiro hondo llevándome conmigo su perfume. Cierro los ojos y pienso en la suerte que tengo, en lo felices que somos. 
Pienso en él, en su boca, en sus manos y en su suave voz. Cuando abro los ojos, allí están los suyos, mirándome fijamente con una ligera sonrisa. Siento mariposas en el estómago como el primer día mientras Debussy nos acompaña en ese cruce de miradas. No hay palabras ni gestos, sólo la intensidad de sus ojos y sus dedos acariciando el piano.
La música cesa pero él no detiene la mirada.
Tras cerrar la tapa del piano se levanta de la banqueta y se dirige hacia mí. ‘Buenas tardes dormilona’
‘Hola…’ contesto dejándole un hueco en el sofá de piel.
‘Pensaba despertarte con algo de Rock&Roll pero Debussy me pareció más apropiado.’
Sonrío aún somnolienta y él me devuelve la sonrisa. Su mano derecha se acerca lentamente hasta mi cuello y me atrae hacia él, despacio, besando mis labios con ternura. Es entonces cuando el mundo deja de existir, cuando no hay nada a nuestro alrededor, sólo silencio. Su sabor recorre mi boca, mis labios, y me dejo llevar por su calor como si fuera el primer beso o el último. Cubro su cara con mis manos, acariciando su suave barba de tres días que me hace cosquillas en mi boca. Sus labios se separan de los míos.
‘Adoro cuando tocas el piano, deberías hacerlo más a menudo.’
Despacio se estira en el sofá y me atrae hacia sí hasta quedar abrazada a su pecho.
Su mano acarician mi pelo con ternura ‘Sí, me alegro mucho de haber vuelto a tocar aunque creo que mi madre no estará muy contenta cuando se entere’.
Apoyada en su pecho escucho los latidos de su corazón. Calmados, vibrantes.
‘Eres médico, ¿no? Es lo que ella quería. Hace 20 años te hizo elegir entre la medicina y la música pero ahora ya no tienes que elegir. Eres un buen médico y un gran músico, tú mírame a mí: escritora frustrada incapaz de tocar el Do Re Mi con una flauta.’
Mi comentario le hace reír a carcajadas y debe apoyar una mano en el suelo para no caerse del sofá. Ahora soy yo la que rompo a reír. Nuestras risas llenan el salón y tardamos varios minutos en recuperar el aliento. Con el silencio el me estrecha hacia él y entrelaza su mano derecha con la mía.
‘Eres una escritora, retira lo de frustrada, incapaz de tocar la flauta, sí, pero eres maravillosa.’
Los ojos se me llenan de lágrimas. Nunca en mi vida había sido tan feliz.

1 comentario:

  1. Uf! Ja, ja. ¿En serio que no me ves a través de un agujero? Tanta casualidad no puede ser...

    Es cierto, a veces basta con la intensidad de una mirada.

    Sigue escribiendo, por favor.

    Un besazo preciosa,

    Gio

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