jueves, 30 de septiembre de 2010

Capítulo 9

Frente a mí el sol comienza a aparecer entre las nubes derramando sus tenues rayos en la arena de una pequeña playa. Mis ojos se clavan en la belleza del paisaje y soy incapaz de pestañear. Una hilera de árboles flanquea la costa bajo una arena blanca casi nuclear. El agua en calma acaricia la orilla con un suave murmullo marino. El tiempo se ha detenido y sólo escucho los latidos de mi corazón.
‘Me he muerto y estoy en el cielo’ No dejo de repetirme mientras logro caminar unos pasos adentrándome en la playa. El sonido de unas gaviotas me hace desviar la vista al mar. El sol se refleja en él con fuerza disipando las nubes de alrededor. Sonrío ante el milagro que la naturaleza me está mostrando y rendida, clavo ambas rodillas sobre la arena.
Oigo unos pasos acercándose pero soy incapaz de despegar la vista del horizonte. El olor de Jack impregna mis sentidos cuando se sienta a mi lado en silencio, casi sin aliento.
Su mano busca la mía apoyada en la rodilla y la estrecha con fuerza diciéndomelo todo sin palabras. Es entonces cuando le miro y veo el sol en sus ojos, el atardecer enmarcando sus pómulos. Tiene la mirada fija en el horizonte y su boca esboza una leve sonrisa. Aprieto con fuerza su mano y desvía la mirada hasta posarla en mis ojos. Ambos sonreímos. Miro sus labios agrietados y secos por el agua de la lluvia y siento un deseo irrefrenable de humedecerlos con los míos. Me acerco sin despegar mis ojos de él y le beso despacio, devolviéndole poco a poco el rocío de su boca.
El leve sonido de la marea suena en nuestros oídos  como una canción, meciendo nuestros labios al ritmo de las olas. Jack sabe a sal, arena y lluvia. Sabe a playa y mar. Sus ojos se abren despacio y mira mi boca con dulzura.
‘Tengo que enseñarte algo’ Jack se levanta de un salto y tira de mi mano hasta lograr que me incorpore.
‘Esto es maravilloso, maravilloso, es el sitio más bonito que he visto jamás’ Él tira de mí con fuerza mientras caminamos a trompicones a lo largo de la playa. Desvío la vista del bello atardecer y la dirijo hacia la arena. Más allá de los árboles varias casas yacen en silencio. Algunas son blancas, otras marrones. Unas de madera y otras de ladrillo. Tienen dos pisos, tres o sólo uno. Y son hermosas.
Jack aún tirando de mí se adentra en la arena bajo los árboles llegando hasta un enorme jardín situado a unos cien metros de la orilla. Se para en seco y me señala al frente.
‘Esta será nuestra casa’
Ante nosotros se cierne un paraíso con paredes pintadas de blanco y azul. Un enorme balcón que mira a la playa la vigila, en silencio, mientras el tejado aún gotea la lluvia que hace unos minutos nos hizo llegar hasta aquí y encontrarla.
Me he quedado muda. Observo cada rincón, cada detalle y todo lo que veo me hace amarla cada vez más.
‘Mientras venías hasta aquí he llamado al número que hay en el cartel de la entrada’ Miro a Jack que anda nervioso de un lado a otro del jardín. ‘En media hora llega el de la inmobiliaria para enseñárnosla’
Debo de tener la boca abierta porque Jack se detiene ante mí poniendo ambos brazos sobre mis hombros.
‘¿Estás bien? Si no te gusta cancelo la cita’ Es entonces cuando reacciono y me abrazo a él saltando de alegría.
‘¿Qué no me gusta? ¡Esta es la casa de mis sueños Jack!’ Me separo de él y saco la cámara de fotos que tengo el bolso. Sin despegar mi dedo del disparador comienzo a inmortalizar cada rincón de mi futuro hogar: la balaustrada, las puertas, las macetas, la pintura, los cristales… Todo.
Jack me observa desde el jardín con su inolvidable sonrisa y yo me siento tan feliz que tras hacerle cien fotos a la casa en sólo tres minutos, comienzo a correr hacia la playa con la cámara colgada a mi cuello. Él corre tras de mí hasta llegar a la orilla. Allí me tiro al suelo sintiendo la humedad de la arena bajo mi cuerpo y el se tumba junto a mí riendo a carcajadas. Es entonces cuando cojo la cámara entre mis manos e inmortalizo su belleza una y otra vez. Con su mano derecha tapa el objetivo y aprovecho para apoyar mi cabeza sobre su pecho y hacernos una foto. Él me arrebata la cámara y yo me encojo sobre él tapando mi rostro con las manos. Intento recuperarla pero ambos estallamos en carcajadas mientras el aprieta el disparador una y otra vez.
Es la viva imagen de la felicidad en blanco y negro.
Un felicidad hoy hecha añicos.

1 comentario:

  1. Hola preciosa,

    Mi respuesta te la he dejado en el capítulo 8º.

    Un besazo.

    Gio

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